Acción pastoral en salida

El tercer día de la Semana de Reflexión Teológica, el clero de San Isidro compartió la ponencia del Pbro. Sergio Hernández quien es licenciado en Teología Dogmática y pertenece al presbiterio de la Diócesis de Puntarenas; con él, nos acercamos a la acción pastoral en salida con un abordaje eclesiológico desde la teología y la Lumen Gentium.

Señaló que “en la historia podemos hablar del primer milenio marcado por el pensamiento de los padres de la Iglesia, en el segundo milenio hay un cambio con la reforma gregoriana con una visión más jurídica e institucional, y en el tercer milenio empieza el cambio con el Concilio Vaticano II hasta llegar hoy al post-concilio”. Todo esto debe llevarnos a la gran pregunta si nos estamos adaptando al cambio, haciendo lectura de los signos de los tiempos pero para evangelizar esa realidad; lo anterior “debe llevarnos a un cambio de actitud”, precisó.

Compartió que la concepción de la Iglesia antigua “es sentirse peregrinos en miras a la Jerusalén celestial, con énfasis escatológico, es decir pasan en la tierra pero tienen su ciudadanía en el cielo; siendo importante evaluar qué es verdaderamente sentirse cristiano”; lo anterior debe hacernos pensar cómo estamos enfocando nuestra acción evangelizadora y predicación. “El cristianismo tienen que penetrar para hacer un cambio”, precisó. Siendo necesario ser iglesia, donde hay comunión con el obispo, como algo esencial; “la Iglesia lo es al estar en comunión con, de lo contrario es un secta”, indicó.

La iglesia antigua también tuvo que enfrentar situaciones de conflictos externos (mundo pagado) e internos (herejías, prácticas diversas, etc), esto debe hacernos meditar nuestra realidad y responder con valentía ante nuestros retos. Esta dimensión de los conflictos, debe hacernos pensar cómo estamos viviendo la comunión en las prácticas vivenciales y en la celebración eucarística; “pues reunidos se hacen uno”, precisó.

A partir de la revolución social del siglo XI, “empieza una nueva visión de la Civitas Dei como comunidad perfecta con un gobernador perfecto, una concepción de verdadera iglesia como algo visible que es identificada con la jerarquía perdiendo el misterio, y una sociedad perfecta con propuesta manualística de lo que creemos como Iglesia”, indicó. Así se pasa de la mística de los Santos Padres a un tratado de iglesia, con una actitud de atrincherarse como iglesia con marcado énfasis jerárquico; al punto que se llega a sacramentalizar la acción.

Con el Concilio Vaticano II, indica el Padre Hernández, se persigue volver al misterio, en una dimensión comunitaria, rescatando “la mayor dignidad del cristiano que es ser Pueblo de Dios, de lo contrario se cae en luchas de poder, por eso el más alto está para servir”, siendo necesario “tratar primero lo común, lo que nos une y luego la diversidad de carismas, pero siempre en torno a Jesús que es enviado del Padre y que nos deja su Espíritu”, y recordó “que la dignidad no está en el hacer sino en el ser, lo importante no será realizar acciones sin sentido”.

Todo lo anterior debe lanzarnos a preguntarnos por la realidad actual, esto porque muchas veces “las comunidades parroquiales, movimientos o asociaciones viven su experiencia de fe muy autorreferencial, centrados sobre el presente, en el placer y el goce.” Indicó que “el aggiornamento de la Iglesia es solo uno de los aspectos que ha marcado el post-concilio, de ahí que el pueblo de Dios debe sentir el Plan como suyo y no algo de la jerarquía, pues el sujeto de recepción será la Iglesia entera, reconociendo el papel del sensus fidei, al punto de preguntarnos qué tanto el pueblo lo reconoce y lo integra a su vida.” “Que nos lleve a la contemplación del rostro de Dios”.

En cuanto a la Iglesia en las Sagradas Escrituras, podemos resaltar los carismas en la teología de San Pablo; al respecto recordó que “en un reciente documento del a Congregación para la Doctrina de la Fe, le corresponde al pastor discernir si el carisma ayuda o no al proceso”; sin olvidar que “en razón de la unidad del cuerpo y en la cooperación de los miembros, todos los carismas son útiles, sin que por ello confiera a quien lo ejercita un puesto de preminencia en la comunidad”, recalcó. Según Pablo, el carisma debe estar puerto al servicio de la Iglesia a condición de agape; en donde debe existir la convicción de que es el Espíritu Santo quien guía. Precisó lo necesario de entrar en el aspecto mistérico en mira al camino de reconocimiento de la apostolicidad, catolicidad, santidad y unidad.

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