Con dos temas impartidos por Mons. Montero sobre la introducción a las bienaventuranzas y a la espiritualidad franciscana, el rezo de laudes, la celebración eucarística y la meditación del santo rosario, se completó la primera jornada del retiro espiritual que inició el día de ayer.
Durante el primer encuentro, el obispo recordó que “las bienaventuranzas son la síntesis del Sermón de la Montaña y por tanto, es esencia del mismo cristianismo, convirtiéndose en algo esencial para entender la vocación cristiana y de ahí las demás vocaciones”, precisó.
Partiendo de este enunciado, propuso un acercamiento real y responsable a este texto de la Palabra de Dios, porque de lo contrario “se le quitará la fuerza revolucionaria y la novedad del Evangelio”, indicó. Para el Evangelio de San Mateo “todas las bienaventuranzas fijan disposiciones o actitudes interiores que hay que tener, o acciones concretas que hay que realizar para cumplir la vocación del cristiano”, señaló con vehemencia durante su exposición el obispo titular de San Isidro.
Desde este punto de vista, “las bienaventuranzas son respuestas del cristiano delante de los grandes problemas e interrogantes de la vida…, se vuelven en condiciones indispensables para seguir a Cristo y para pertenecer así al Reino…; de esta manera, cuando todo está oscuro, cuando nada parece tener sentido, cuando el creyente está entre la espada y la pared, es cuando tiene que tomar la opción que propone el evangelio”, manifestó Mons. Montero durante la sesión matutina.
“Frente a quien me quiere matar, frente a quien me serruchó el piso, frente a quien habló mal de mí, frente a quien me hizo mal… frente a los momentos reales de la vida el creyente debe preguntarse cómo actúa y optar por el camino de Cristo, porque las bienaventuranzas son principios claves que hay que hacer vida y no meras leyes que observar”, afirmó el prelado. Así, acercarnos a este texto nos hace ver “cuán lejos estamos de lo que Dios me pide, pero qué bello lo que Él me pide”, puntualizó.
En horas de la tarde, al exponer una introducción a la espiritualidad franciscana, el obispo argumentó que “San Francisco es un hombre eminentemente evangélico, por tanto el hombre de las bienaventuranzas que habría comprendido y vivido lo que es el espíritu del evangelio”, y quien “marcado por el encuentro tan fuerte que tuvo con el Cristo de San Damián, descubre al Dios Padre fuertemente relacionado en Jesucristo humillado pero vivo; de ahí que comprende la kénosis (abajamiento): en la cuna o pesebre al contemplar la pobreza y la inseguridad, en la cruz donde mira la humillación más profunda, y en el sagrario o Eucaristía donde ha querido quedarse reducido en el pan”, indicó.
Todo este espíritu evangélico y esta fuerte experiencia de Dios, llevará a San Francisco a “descubrir a un Dios trinitario en comunión, de esta comunión se desprende la importancia de la fraternidad que ve en el otro a Dios, pero una fraternidad que está anclada en la minoridad, es decir hacerse último y siervo de todos”, precisó el obispo; al tiempo que recordó el contexto que vivió San Francisco, de una Iglesia identificada con el poder y que había perdido el espíritu de las bienaventuranzas.
Así, “la grandeza del hombre estará en reconocer la grandeza de Dios y la pequeñez del ser humano, porque nuestra grandeza viene de Dios”, agregó Mons. Montero a la luz del mensaje franciscano. Finalmente, indicó que “las bienaventuranzas son el camino seguro que lleva a la verdadera paz”.