La Eucaristía de presentación de los Programas Parroquiales de Evangelización, se ha convertido en un gran marco de comunión eclesiástica para agradecer a Dios por el don del ministerio sacerdotal del Padre Alexis Madrigal Ramírez, o Madrigal como se le conoce con cariño, quien cumplirá el próximo 17 de diciembre los 50 Años de su Ordenación Sacerdotal.
Es por esta razón, que la Comisión para la Vida del Clero, quiso en esta celebración también rendir un sencillo pero sentido homenaje al Padre Madrigal por su testimonio de servicio y entrega a la Iglesia Diocesana, compartiendo la Eucaristía como momento culmen de la fe y luego un encuentro fraterno.
Durante la Eucaristía, celebrada en Catedral de San Isidro donde por muchos años sirvió el Padre Madrigal como párroco; Mons. Hugo Barrantes Ureña, arzobispo emérito de San José y nativo de San Isidro de El General, rindió unas palabras por solicitud de Mons. Montero. Inició diciendo «felicitación al Padre Madrigal en nombre de la diócesis y de todos, realmente hoy estoy reviviendo la emoción que sentí cuando iniciaba la diócesis, con los poquitos curas que éramos aquel 17 de diciembre del 66 en que se ordenaban dos diáconos delgados, uno de ellos era Madrigal”.
“El prefacio de la misa nos hace comprender que participamos de ese sacerdocio de Cristo, y nos encontramos ante el Don y Misterio, así no damos cuenta que no somos sacerdotes por mérito, sino Don y Gracia del cielo; sobre todo porque llevamos tesoros en vasos de barro”, recordó el prelado.
Recordando aquella ordenación, Mons. Barrantes fiel a su estilo, indicó: “hace 50 años cuando iniciabas su ministerio estábamos muy alegres, con dos curras nuevos pensábamos pasar a ligas mayores, queríamos y soñábamos con dos delanteros y resultó un portero”, alusión que hizo en el clima de jovialidad, fruto de la pasatiempos que identificó por mucho tiempo al sacerdote.
Eran tiempos difíciles, “la diócesis daba sus primeros pasos, las cuentas estaban en rojo, el panorama era negativo: sin templos, sin caminos, sin plata…; pero bueno, estaba Dios y nosotros. En aquellos tiempos, se necesita la fe de Abraham, pues era trabajar hacia caminos desconocidos que requerían el coraje de Moisés, éramos sacerdotes doble tracción, que siempre confiamos en el Espíritu Santo. Los sacerdotes, sólo podemos el Todopoderoso ha hecho obras grandes en mi”, precisó en sus palabras Mons. Hugo.
Por eso, el arzobispo emérito, terminó su intervención dirigiéndose al Padre Madrigal con palabras elocuentes: “has sido siempre mi hermano, admiramos su puntualidad y cumplimiento responsable de los servicios asignados, lo cual es reflejo de la formación del Seminario Menor y de los Paulinos, admiramos su deseo de servir. Un día leí: el sacerdote debe ser como una escoba, siempre está dispuesto a ser utilizado pero sin esperar recompensa alguna, gastándose pero sin esperar que la coloquen en una vitrina. El sacerdote no trabaja para terminar en vitrina.” Finalmente, agregó: “por eso le deseo las tres s, de: sabio, santo y salud”.
El Padre Madrigal, al tomar la palabra dijo: “agradecer profundamente a Dios que me ha llamado, que me ha sostenido; nada más espero el Señor siga conmigo hasta el último día. Gracias a Monseñor y al clero, muchas gracias a ustedes hermanos porque ustedes son la razón de nuestro vivir y trabajo; sobre todo cuando en aquel tiempo iniciábamos sin laicos, y hoy hay tanto laicos entregados y por eso tenemos que dar muchas gracias a Dios y a los laicos que han dispuesto su vida en favor del Reino de Dios. Gracias a los seminaristas, monaguillos, al coro… Y como dice el Papa: recen por mí”.