Este sábado 24 de julio, al ser las 11:00 am, la Diócesis de San Isidro tuvo a cargo el segundo día de la novena en honor a Nuestra Señora de los Ángeles, imagen que se venera en su Basílica en Cartago; para esta ocasión, el Obispo diocesano Mons. Fray Gabriel Enrique Montero Umaña, presidió la Eucaristía a la que asistió un reducido pero representativo número de sacerdotes, religiosos y laicos.
Como todo los años, la ceremonia sirvió para presentar plegarias a Dios por medio de la intercesión de su Madre, razón por la cual, y ante las limitaciones producto de los protocolos por la pandemia, el prelado manifestó: “estamos conscientes que representamos a ese pueblo entero de Costa Rica que también quisiera estar acá presente, venimos a presentar las intenciones y las necesidades, en cierto modo, estamos siendo intermediarios delante de la Negrita para que el auxilio divino no les falte y para que acompañe el caminar de este pueblo y de nuestra diócesis”.
Durante la breve homilía pronunciada por el obispo diocesano del Sur del país, puntualizó la frágil situación que vive el mundo y en la que nuestro país no es la excepción. “El momento histórico que vive el país, tanto a nivel social, cultural y religioso, es altamente motivante para la celebración de esta novena, conocemos las penurias económicas que sufren nuestros hermanos, la presiones, restricciones y agitaciones de países vecinos que anhelan y buscan su libertad y el respeto de sus legítimos derechos; el desánimo y hasta la depresión que sufren muchos por la reclusión en casa y las restricciones que nos trae la pandemia”, acotó Mons. Montero.
Con el tema del día: María, mujer que confía en la acción eficaz de Dios, y haciendo un acercamiento a las lecturas que fueron proclamadas, el obispo de San Isidro recordó que, “el pecado descrito en el Evangelio, como cizaña sembrado junto a la buena semilla”, nos debe hacer pensar que hay “poder de anti-reino que intenta destruir, pues el enemigo del Reino siembra en la noche y en las tinieblas aquello que se parece a la buena noticia; pero, no se trata de precipitarse a arrancar la mala semilla pues se corre el peligro de arrancar la buena”.
Así, “la virgen María es aquella primera creatura donde se manifestó el triunfo del bien sobre el mal, por algo es la concebida sin pecado, María en la buena semilla que, a pesar de estar en el mundo, y un mundo de pecado no ha sido contaminada porque su total obediencia a Dios la hace invencible; ella en todo momento creyó en la acción eficaz de Dios, ella es modelo perfecto de todo cristiano serio y comprometido”, puntualizó el obispo.
Con vehemencia, el prelado recordó por tanto, lo urgente de que en nuestro tiempo nos comprometamos y seamos fieles, pues señaló que lastimosamente “el pueblo de Costa Rica ha demostrado no ser un campeón en el testimonio de fidelidad a lo prometido; dichosamente hay personas rectas y justas que valoran su palabra y la de los demás, que son fieles a lo prometido, pero desafortunadamente hay cristianos connacionales que en su vida diaria o en la política, en su matrimonio y hasta en la misma Iglesia, desdicen con sus obras la fe que dicen profesar”.
Y agregó, “cómo es posible que un pueblo que se declara tan devoto de la Virgen María, lleve una vida que parece olvidar lo que implica ser cristiano y mariano, no vemos la contradicción que hay entre una vida cristiana y un país de injusticas, donde la ley vale para algunos pero no para todos, un país donde aparecen actos de corrupción por todos lados, propiciados por personas con altos cargos de autoridad (…), una iglesia con un mínimo de prácticas religiosas pero que sigue bautizando niños y adultos”.
Además, el obispo de San Isidro, también se refirió al ambiente que catalogó como “ambiente de general confusión religiosa”, haciendo referencia a las reacciones y a la responsabilidad que existe ante los cambios que ha realizado la Iglesia tras el Concilio Vaticano II, haciendo un sentido llamado a mantenernos en las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, a la obediencia al Papa Francisco, y a cuidar con verdadera responsabilidad las celebraciones litúrgicas para que sean realmente dignas y respetuosas del misterio que celebramos.
“Todo lo anterior, nos obligan a una seria revisión de vida, tanto como individuos y como comunidad de creyentes. Nuestra Señora de los Ángeles sigue y seguirá siendo un faro luminoso que nos guía en el caminar de la Iglesia, ella no quiere la división y la desunión, quiere que vivamos unidos como hermanos bajo la cabeza que es Cristo, y de quienes le representan en la autoridad. Un pueblo cristiano es un pueblo justo, fiel y misericordioso, un pueblo sacrificado por el bien de los demás. Pidámosle a ella, la Negrita, que interceda para que lleguen a nuestra patria y al mundo la mayor paz y la verdadera santidad posible”, finalizó Mons. Montero.