Diócesis de San Isidro celebra Misa Crismal

La mañana de este Jueves Santo 9 de abril del 2020, la Catedral de San Isidro fue testiga de una peculiar celebración, cuando por primera vez en la historia, la Misa Crismal fue celebrada el Jueves Santo y sin presencia de fieles, esto con ocasión de las medidas sanitarias de distanciamiento social que ha asumido la Iglesia, con ocasión de aunar esfuerzos por combatir el Covid-19.

Aunque impactaba la desolación de aquella Catedral que tradicionalmente luce abarrotada en estas ocasiones, confortaba la esperanza de saber que nos encontrábamos más unidos que nunca, siguiendo la transmisión en directo que por medio de Radio Sinaí 103.9 FM y otras plataformas digitales hacían llegar a todos los fieles, quienes desde sus casas se unían con profundo recogimiento.

Mons. Fray Gabriel Enrique Montero Umaña, Obispo de la Diócesis de San Isidro, no desaprovechó la oportunidad para recordarnos durante su homilía que «éste, es un momento particular de gracia, que el Señor nos permite experimentar, no sólo por la grandeza de los misterios de salvación, sino por el clima de serenidad, reclusión, reflexión e inclusive privación, que nos permiten vivir las medidas que hemos adoptado por el bien de la salud de todos».

Mons. Montero, acotó que para esta celebración, se quiso solicitar la presencia de una religiosa y un matrimonio, que unido a las dos personas del canto, hacían recuerdo explícito «de las distintas expresiones del único sacerdocio de Cristo y de las diferentes vocaciones en su Iglesia». Afirmando que, «la primera lectura nos hacía referencia a la unción, que alcanzará la plenitud en Jesucristo, y de la cual, misma misión participamos nosotros por el Bautismo».

«Anunciar la Buena Nueva a los pobres, no es un detalle insignificante, la categoría pobre no debe limitarse sólo a elementos materiales; sino que, hace referencia al corazón quebrando, los que sufren, los cautivos y los prisioneros que buscan libertad. En otras palabras, es una Buena Nueva a quienes se encuentran en condiciones de desventaja en la sociedad, no es sólo un alivio temporal sino algo radical, transformando la tristeza en alegría, la miseria en dignidad y el desaliento en esperanza», precisó el obispo sobre la misión del bautizado.

A los sacerdotes, tuvo también durante la homilía un especial pensamiento: «nosotros corremos el peligro de sentirnos un tanto inútiles, disminuidos en nuestras facultades y hasta lejos del pueblo que nos ha dado el Señor, y a quien le dedicamos lo mejor de nosotros mismos; pareciera que somos sacerdotes y obispos sin pueblo… ¡Nada ha cambiado! Somos ministros del Señor a tiempo completo, vivimos una especie de vida privada como la que vivió el Señor, es un tiempo de silencio, reflexivo y contemplativo de los misterios de la fe, tiempo de repensar toda nuestra vida ministerial anterior, y prepararnos a un futuro mejor. Quizá, habrá mucho que el Señor nos pide mejorar. Queremos ser mejores cada día, mejores sacerdotes del Altísimo», puntualizó el prelado.

Finalmente, el obispo recordó la importancia de la Pastoral Social en la vida de la Iglesia, que ha de preocuparse de los pobres. «Son ellos (los pobres), el sentido prioritario de nuestras actividades pastorales, lo deben ser más en el contexto del Covid-19; acá, la preocupación es pareja tanto para ministros y laicos, si ya hace tiempos un 20% de la población vive en pobreza, no nos cabe duda que los presentes despidos y recortes de jornadas y salarios, el cierre de tantos negocios y la paralización de la economía solo hará aumentar el números de los más necesitados… El llamado de Dios a escuchar el grito de los pobres es para todos sus hijos bautizados, es la hora en que todas las parroquias y la Diócesis en su administración central, debemos unirnos para ayudar a las muchas voces que piden auxilio».

«La Curia Diocesana y cada parroquia deberá hacer todo lo posible, entre la precariedad, para articular el trabajo de la Pastoral Social, debemos crear un fondo de solidaridad, que no será solución, pero sí alivio de los más necesitados. Este aspecto social, es parte integral de nuestra condición sacerdotal», precisó el obispo Monter

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