Evangelización como proceso

En la tercera ponencia del día, el Pbro. Juan Carlos Quirós indicó que “la evangelización es una tarea que no es una sumatoria de acciones sino un proceso, por tanto bien definido con objetivo claro, siendo la evangelización identidad profunda de la Iglesia, según el Beato Pablo VI”. Con el mandato misionero de Jesús registrado en Mc 16, 15 nace la Iglesia y existe para evangelizar, siendo esta su razón de ser.

Indica el padre que para acercarnos a este proceso, la visión del Decreto Ad Gentes nos recuerda que “es necesario partir de la experiencia humana, luego el anuncio de Evangelio donde se hace la conversión para que el hombre arrancado del pecado pueda entrar en el misterio del amor, después la catequesis iniciatoria que es un proceso de formación retomando el tiempo de Cuaresma y Pascua, y por último la vivencia de la comunidad donde debe estar arraigado.” Por su parte, indica que “el Directorio General para la Catequesis en su numeral 48, habla de evangelización como proceso, donde la Iglesia no por cosa suya sino por impulso del Espíritu Santo, anuncia y difunde el Evangelio en medio del mundo”. También el Directorio para la vida y el ministerio de los presbíteros recuerda que “la Iglesia nunca ha dejado de evangelizar, pues es la acción de la Iglesia, lo anterior nos hace comprometernos a actuar como Jesús lo hizo.”

Las etapas del proceso evangelizador nos harán entrar en acción misionera que está destinada a los no creyentes y para los que viven en la indiferencia religiosa, acción que indica el Padre Juan Carlos es necesaria para quienes estamos adentros pero constantemente tenemos que redescubrir; la segunda etapa es para quienes optan por el Evangelio y para quienes necesitan complementar o reestructura su iniciación, llamada acción catequética; por último tenemos la acción pastoral destinada a los fieles cristianos ya maduros en el seno de la comunidad cristiana. “Lo anterior no se entiende como etapas cerradas sino que deben irse integrando con un crecimiento cíclico”, indicó el padre expositor.

En la primera etapa manifiesta que se encuentra una convocatoria y llamada a la fe que ha de ir dirigida a los no creyentes, a los que han hecho opción de increencia, bautizados que viven al margen de la vida cristiana, a los indiferentes, alejados y a quienes pertenecen a otros credos religiosos; acá entra el kerygma y “sin éste, los demás aspectos de este proceso están condenados a la esterilidad”, precisó. Donde la causa misionera debe ser el mayor desafío.

En la segunda etapa será preciso entrar en un proceso de formación para asumir la metodología del Señor, acogiendo a los interesados y estando abiertos a la iniciativa divina; esta realidad la expone nuestro Plan en el numeral 39. Por eso la catequesis tendrá que ser innovadora, teniendo a la Palabra como centro y se viva la liturgia. Y en la tercera etapa se buscan servidores y no empleados, pues de discípulos pasan a servidores, y la comunidad se ve enriquecida por los dones y carismas. Por eso «la Iglesia debe primeriar, involucrarse, acompañar los procesos, fructificar y festejar cada paso adelante en la evangelización.»

 

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