Este sábado 22 de julio, al ser la 1:00 pm en el templo parroquial de Sabalito, la Hna. Diana Carolina Acuña Corrales consagró su vida a Dios por medio del carisma presentacionista, viviendo este importante momento de su vida vocacional en compañía de su familia, de sus hermanas religiosas y de la comunidad sabaliteña que se hizo presente en aquella lluviosa tarde.
La Hna. Diana quien pertenece al Instituto de las Hermanas Presentacionistas Parroquiales Adoradoras, fundado en 1943 en Valencia España por el sacerdote diocesano Alejandro María Moreno García, tiene por objetivo el “dar la mayor gloria a Dios y la salvación de las almas”, por medio del carisma congregacional de “una configuración especial y progresiva con la santísima Virgen María en el misterio de su presentación en el Templo”.
La nueva consagrada, en un mensaje que compartió con Radio Sinaí 103.9 FM emisora de la Diócesis de San Isidro, indicó que desde muy pequeña había sentido el deseo de consagrar la vida a Dios, pues la vocación religiosa no fue ajena a su persona e historia familiar. “Es posible vivir feliz y realizarse como persona siendo enteramente de Cristo…, me siento la mujer más dichosa del mundo, pues es atreves de la vocación que por pura misericordia de Dios recibí, que he podido experimentar su amor, su presencia y su cercanía”, precisó la religiosa.
“Gracias a mi vocación, un don que más que mío es de la Iglesia, Dios me ha ido moldeando y me ha enseñado que lo más importante es estar con Él, Dios es grande y su amor no tiene límites…, la vocación a la vida consagrada ha sido el mejor regalo que de Dios he recibido, un regalo que no merezco pero que se ha convertido en mi tesoro, Dios me ha mirado con misericordia y yo no puedo hacer más que donar mi vida, ofrecerla en oblación para el anuncio de su Evangelio”, precisó la Hna. Diana Carolina antes de su consagración definitiva, en el documento publicado en el sitio oficial de Radio Sinaí.
Por su parte, Mons. Fray Gabriel Enrique Montero Umaña obispo diocesano de San Isidro, durante la homilía desarrolló el tema de los amores que debe tener un consagrado para que realmente sea signo de Cristo en medio del mundo, recordando que ésta “es la clave paga vivir bien la vida consagrada de una manera serena, feliz y contenta…, puesto que su vida es para amar”.
El primero amor “es a nuestro Señor Jesucristo, ese amor tiene que ser primordial y fundamental, pues uno no se llama a sí mismo, ni nadie lo llama, sino que es Jesús quien nos llama para que lo sigamos de cerca, ese amor se cultiva en el amor a su Palabra, amor a la oración y amor en todo aquello que tenga que ver con los intereses del Reino”, precisó Mons. Montero.
“Un amor que va muy ligado es el amor a la Virgen María, no se concibe al consagrado sin amor a la Virgen porque ella es la primera y mejor discípula del Señor, un religioso sin ella, difícilmente conocerá la relación con Jesús y no podrá imitarla”, recordó el prelado.
Luego, al mirar la Iglesia integró la vocación y por ende la misión a desarrollar, identificando varios amores que son esenciales en la vida del consagrado, al respecto indicó: “el amor a la Iglesia, porque Cristo quiso quedarse presente en la comunidad de los creyentes y por eso la Iglesia ha de ser una pasión para el consagrado, pues ella nos acoge y consagra, ella nos guía y a través de ella el Buen Pastor nos guía al Padre y a la felicidad eterna…; amor a su propia vocación, pues no podemos ignorar el carisma de esa congregación, es preciso volver a las fuentes de nuestra identidad religiosa, porque es ahí donde me voy a realizar…, un amor muy importante es el amor particular que Jesús tuvo hacia el pobre, hacia el pequeño, hacia el despreciado y el débil, es la única preferencia que mostró Jesús, porque son los que están en desventaja en la sociedad…, y amor a la misión, en el sentido que habla la primera lectura que presenta la llamada de Abraham, llamada en donde Dios le pide salir de su tierra, salir de nuestro propio yo y de nuestra seguridad, siempre con las maletas listas para ir más allá, para dejarlo todo por Él, porque el religioso que se acomoda y se siente seguro en su propio nicho, no puede ser religioso”.
Finalmente, pidió “que está celebración venga a fortalecernos a todos en la fe y a llenar de gozo a nuestra Hermana Diana y a su comunidad religiosa, y para que podamos todos ser mejores cristianos”.