Homilía Cuarto Domingo de Pascua (Buen Pastor)

        Homilía pronunciada por: Mons. Fray Gabriel Enrique Montero Umaña.

        Creo que todos estamos, hermanos y hermanas, más o menos o bastante informados sobre esta ceremonia que está teniendo lugar hoy, se llama la Admisión a la Candidatura. Ellos no están recibiendo ninguna orden, todavía no; ellos han sido aprobados por sus formadores, por tanto también aceptados por sus obispos, para que puedan recibir las Órdenes Sagradas, lo que hoy día llamamos los Ministerios Ordenados. No es que lo reciben hoy, ¡no! Es que hoy ya pueden tener acceso, ya tienen la autorización debida para que puedan en su momento acceder a Órdenes como el Diaconado o como el Sacerdocio. Es evidente que es un paso muy importante en su vida, durante no pocos años se han venido preparando y lógicamente que la meta es llegar a esos Ministerios Ordenados, pero han venido caminando lentamente, discerniendo su camino hasta llegar a una mayor claridad, no absoluta, ninguno de ellos tiene absoluta seguridad de ciento por ciento de que van a ser sacerdotes, por ejemplo, ¡no!, eso no lo asegura así no más el Señor. Todavía seguirán el proceso de discernimiento, pero la Iglesia ha dado una palabra, aceptándoles, para que puedan recibirlo.

        Es muy importante este paso también, porque hoy, empiezan de manera más cercana, más inmediata, más intensa, más personal, más comprometida a identificarse con aquél Señor a quien un día siguieron y que es, ni más ni menos, como se nos presenta hoy el Buen Pastor; porque ellos quieren ser buenos pastores y Dios mediante, Dios lo quiera, van a ser pastores, es ese el camino que quieren seguir, imitar, identificarse con, llegar a una unidad tal con aquél que es el Buen Pastor de manera que un día puedan ser pastores en su nombre. Somos pastores no en nombre propio, somos pastores en nombre de él. Qué importante que hoy las lecturas, precisamente porque es el Domingo del Buen Pastor, qué importante que hayan escogido esta fecha, porque es muy apropiado esa la figura del Buen Pastor que hoy se nos presenta; es esa figura ideal para que ustedes la asuman plenamente, para que todos nosotros, los obispos, sacerdotes, seminaristas en general y todos los fieles del pueblo de Dios, estamos llamados a asumir en nosotros, a identificarnos con esa figura maravillosa del Buen Pastor. Y ¿cómo nos describe hoy, cómo nos describe hoy las lecturas al Buen Pastor? No se trata de ser Buen Pastor, yo quiero ser pastor, yo voy a ser pastor, no… Yo voy y quiero y espero ser buen pastor, que es diferente, hay pastores buenos y pastores malos, hay pastores según la mente y el corazón de Jesucristo y hay pastores que no lo son, no son según su voluntad. Pues ellos están haciendo una opción en su vida por Jesucristo el Buen Pastor.

        Cómo se nos presenta hoy, porque todas las tres lecturas y el mismo salmo responsorial hablan de las cualidades de ese Buen Pastor que desde luego no podemos agotar aquí todo y entrar en toda clase de detalles, no. Pero un vistazo rápido a esas lecturas porque hay cosas allí que estos muchachos tienen que grabarse, si acaso no las tienen claras, tienen que grabarse en su mente y en su corazón desde ahora y para siempre. El Señor Jesucristo nos dice, primera cosa que dice en el evangelio, porque vamos a empezar por el evangelio, primera cosa que dice: el Buen Pastor entra por la puerta y no por la ventana, queriendo decir ¿qué cosa?, el Buen Pastor es aquel que entra correctamente, aquél que entra decentemente, aquél que entra respetuosamente, aquél que entra porque ha sido llamado, no es aquél que se mete a la fuerza; no es aquél que violentamente como el ladrón quiere penetrar por la ventana, esto es tan importante, tan importante. Cuando uno está en el Seminario y aún después tiene que recordar siempre que la autoridad que es aquella que el Señor comparte con nosotros no se compra, no se fuerza, no se adquiere por votos, no se adquiere ni siquiera por puros méritos personales, es enteramente un don que viene de él, él es el Buen Pastor y él es el único que puede invitarnos a nosotros ser pastores como él. Desafortunadamente esto no son teorías bonitas, el problema es que hay pastores que entran por la ventana, no está diciendo el Señor cosas así en el aire, no, no… Él sabe lo que está diciendo, sabe muy bien que hay pastores que quieren forzarle la mano al Señor y el brazo, para llegar a ser pastores pero contra su voluntad; nadie, nadie jamás podrá ser un buen pastor sino entró por la puerta. Cuántas autoridades en este mundo, cuántos puestos políticos, cuántos puestos a veces religiosos se compran por componendas humanas, por padrinazgos humanos, por forzar las cosas, se llega a veces a tener autoridad aún en la misma iglesia; eso no puede ser, eso no es el Buen Pastor, ninguno de ellos fuerza las cosas y entra por la ventana.

        La otra cosa muy importante de entrar por la puerta es que, según el evangelio de hoy, la puerta es el mismo Señor Jesucristo, él dijo Yo soy la Puerta y quien quiere entrar tiene que entrar por mí, es decir, tiene que pasar por mí, es decir, tiene que ser con mi consentimiento. Algo así como cuando en el estadio, en una función pública, en lo que sea, hay alguien que está controlando las entradas y si usted no tiene la entrada no entra mijito, donde está la entrada suya, al teatro, al estadio, ¡ah, no la tiene!, pues lo siento cholito, va para otro lado pero aquí no entra. El Señor quiere que nosotros tengamos bien clara la entrada por la puerta y la puerta es él, y sólo conformándose a él, sólo metiéndose en su medida, solamente así podemos entrar correctamente por la puerta, que además es él.

        Cosas muy duras dice el Señor en ese evangelio, como también cosas muy bellas, cosas allí que dice terribles, terribles, terribles, todos aquellos que han venido antes que yo, han sido ladrones y bandidos y han entrado por la ventana, han forzado su entrada porque pastores no eran, yo soy el Buen Pastor. Las cosas tienen que incluso asustarnos a aquellos que estamos aspirando o están aspirando un día a las Órdenes Sagradas, a los Ministerios Ordenados. El Señor dice también en el evangelio de hoy para bien nuestro y alegría nuestra, yo a mis ovejas las saco para que vayan a encontrar pastos, para que vayan a encontrar buenas aguas, para que tengan qué comer, porque el Buen Pastor conoce a sus ovejas y el buen pastor se desvive por ellas y el buen pastor busca les mejor, los mejores pastos, las mejores aguas, no cualquier porquería, no cosas de segunda mano, no, no; pastos buenos y aguas buenas son las que ofrece el pastor y para eso saca a las ovejas; pero no solamente las saca, sino dice que él va delante, él va delante, lo cual quiere decirnos que no solamente va guiando porque también va guiando para que lo vean y para que lo sigan, sino también que está diciendo claramente es el primero que pone la cara, es el primero que cuando viene el lobo está dispuesto a defenderlas; por eso ellas están atrás y por eso él va adelante, porque es el primero que está dispuesto a arriesgar la vida por ellas, es el primero que por ellas pone la cara y está dispuesto a defenderlas. Claro con razón dirá en otro texto complementario de este texto de San Juan que estamos viendo el capítulo 10, el Buen Pastor es aquel que da la vida por sus ovejas, ahí se resume todo, el Buen Pastor es aquél que da la vida por sus ovejas, es decir que está dispuesto a darla y que es el primero en enfrentar el riesgo y arriesgar su propia vida delante de los enemigos.

        Es importante recordar lo que dice hoy también la primera lectura que está tomada de los Hechos de los Apóstoles donde San Pedro se presenta como un gran pastor, no solo presenta al Gran Pastor, pero él mismo se presenta como un gran pastor, ya está actuando tan temprano después de Pentecostés, ya él está actuando como el pastor de la Iglesia, pero la primera cosa que Pedro está diciendo a los judíos es una cosa muy dura, ustedes mataron al justo, ustedes mataron al santo, y prefirieron a un ladrón y un bandido y quisieron que liberaran a él mientras pedían la condena del justo y del santo. Ustedes lo mataron, cosa nada bonita, ni nada fácil de oír, que tal que yo empiece aquí a decirles a ustedes, Ustedes mataron a no sé quién, cómo que qué, que a quién maté yo… yo no he matado a nadie… y todo mundo estaría nada contento, verdad, que matamos a quién… pues él se lo dijo en la cara a los judíos que estaban reunidos por miles allí, ustedes lo mataron, cierto como dice en otro lugar que fue por ignorancia, pero no pueden escapar de la responsabilidad de haberlo matado; pero Pedro les habló con tal autoridad, Pedro les habló con tal caridad, Pedro les habló con tal misericordia, como debe tener el Buen Pastor, que no tiene miedo a decir la verdad, pero no lo hace por golpear a nadie, ni por humillar a nadie, sino por ayudarle a levantarse. Efectivamente aquella gente se sintió tocada en el corazón y entendieron que efectivamente habían cometido un gran error, ustedes lo mataron, se sintieron profundamente movidos y quisieron y sintieron haber pecado y reconocieron su pecado y le dijeron a Pedro y entonces qué tenemos que hacer, ya hicimos como quien dice la torta, ya la hicimos, claro, ya lo matamos, pero ahora entonces qué tenemos que hacer. Y Pedro les dice, no háganse discípulos míos, no, ahora van a ser pedranos o quién sabe qué, no; lo que tienen que hacer es creer en él, arrepentirse, creer en él y bautizarse en su nombre. Es a él a quien Pedro lleva, es a él por quien debemos trabajar. El Pastor no está conquistando gente para sí mismo, el pastor no quiere pueblo detrás de sí o consigo para darle gloria y echarle incienso, no. El Pastor quiere llevar a todos al encuentro con el Señor Jesucristo y les invita pues a arrepentirse y a bautizarse en su nombre.

        Termino con una contemplacioncita sobre la segunda lectura que también es de la primera carta del apóstol Pedro, porque San Pedro está allí proponiéndonos unas cosas que no son nada lindas y que más valiera no oírlas, porque uno quisiera no oírlas; son de estas cosas que no nos gusta escuchar, son de esas páginas que en la Biblia están completamente intactas porque no las tocamos, en aquellos textos que nos gustan gastamos las páginas, verdad, las gastamos, pero esas páginas no se gastan, nadie las lee, son de esas cosas que uno no quiere escuchar, son horribles. Pero San Pedro les dice en dos platos, en dos palabras, si ustedes quieren ser pastores, tienen que estar dispuestos como él a sufrir por su gente, el verdadero pastor está dispuesto a sufrir por sus ovejas, no solamente a dar la vida, que bien le puede tocar dar la vida físicamente un día, sí; pero San Pedro está insistiendo, está igual que él, cuando llegue el momento de callar, después de haber hablado y dicho todo lo que se necesitaba decir y hacer llegará el momento en que tendrás que callar, y te abofetearán y te humillarán y tienes que estar dispuesto a poner tu cara como una piedra y a confiar en aquél cuya causa estás defendiendo, así lo dice Pedro en esa primera lectura, él no respondía a los insultos, él no respondió con violencia, abofeteado no respondió con violencia; porque el pastor verdadero tiene que estar dispuesto a sufrir por las ovejas. Va a ser criticado, va a ser resistido, va a tener oposiciones, va a suscitar enemigos, va a suscitar críticas por todas partes, el Buen Pastor se mantiene firme sabiendo muy bien en quién ha creído y en quién espera. Cuántos pastores son pastores muy buenos hasta el momento en que no les toque sufrir por las ovejas, hasta el momento en que las ovejas le suelten mucha plata, hasta el momento en que las ovejas le hagan un monumento, las ovejas les den muchos regalos y les sonrían y los quieran mucho y los aplaudan, de esos pastores hay muchos pero son muy pocos los que estarían dispuestos a sufrir y a ser humillados en silencio y por amor, porque lo que quieren es que cambie el corazón de aquellos que les están haciendo mal, lo que dice el Señor cuando nos invita a poner la otra mejilla.

        Bueno pues eso son un poquito las lecturas de hoy, yo creo que el mensaje que el Señor tiene para ustedes y para todos nosotros. Sigamos esta celebración pidiéndole al Señor que a todos nos dé aunque sea un poquitico ese Espíritu del Buen Pastor. Así sea.

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