Homilía pronunciada por: Mons. Fray Gabriel Enrique Montero Umaña.
Ya lo pueden notar ustedes, ya lo notaron, estamos usando ornamentos diferentes. Hemos entrado, estamos entrando hoy en el tiempo del adviento y con eso dando comienzo al año litúrgico.
Decíamos que se nota ya que es el adviento y por tanto el comienzo de un nuevo año litúrgico. Ya sabemos que para nosotros los cristianos es más importante el comienzo del año litúrgico que no el comienzo de un año civil. Un año civil no tiene nada de nuevo, nada cambia absolutamente entre el 31 a las 11:59 de la noche y el 01 de enero a las 12:00 de la noche no cambia absolutamente nada, es un cambio de año civil pero no hay nada nuevo. En cambio el año litúrgico es el comienzo de toda una dinámica propia del año litúrgico. Estamos entrando en toda una nueva, todo un nuevo proceso que va a ir viviendo la Iglesia durante todo el año, en el que ni más ni menos la Iglesia celebra el misterio de Jesucristo, la vida de él, la pasión y muerte de él, su resurrección y su presencia viva entre nosotros por medio de la Iglesia, a través de los siglos hasta hoy y hasta que él regrese, porque todos los cristianos estamos viviendo a la espera de la segunda venida.
¿Para qué es el adviento? El adviento es precisamente para prepararnos a la navidad. Cuatro semanas que la Iglesia nos ofrece meditando sobre todo aquellas profecías del Antiguo Testamento en que se va anunciando la venida del Mesías y después el cumplimiento de esas profecías durante la Navidad.
¿Y qué es este año litúrgico y qué es la liturgia? Todos lo sabemos o debiéramos saberlo muy bien, es la obra más importante de la Iglesia, es la oración oficial de la Iglesia, es la manera oficial que la Iglesia tiene de rendirle culto y gloria a Dios, tal como él se lo merece y después de que nosotros podamos participar de las gracias de la salvación.
Por una parte, nos abre, digamos así, el cielo para contemplar el misterio de Dios y adorarlo y glorificarlo tal como él lo merece y por otra parte nos abre las compuertas de la Gracia para que nosotros recibamos los beneficios de la salvación.
La liturgia es una obra maravillosa que no tiene comparación con ninguna otra sobre esta tierra. Yo puedo hacer mil liturgias si quiero irme al monte, no sé qué, al Chirripó, donde sea a ofrecer incienso y a hacer todas las reverencias que yo quiera y lo que sea, ninguna liturgia, esos no son liturgias oficiales, eso serán liturgias tuyas, personales o inventos tuyos, pero eso no es liturgia oficialmente reconocida por la Iglesia. La liturgia es una obra comunitaria de todo el pueblo de Dios, de todo ese gran cuerpo de Cristo que es la Iglesia y ya no solamente los que estamos aquí en la tierra, sino también aquellos que ya se preparan por medio de la purificación para participar en la gloria definitiva y de los que ya participan de la gloria definitiva de Dios. Una obra de toda la Iglesia, es la oración más poderosa que se pueda pensar porque no la hacemos nosotros, no la inventamos nosotros, no es agradable a Dios porque nosotros seamos buena gente y entonces le vamos a agradar, no, no. Es porque quien la ofrece es el mismo Cristo que es cabeza de la Iglesia y nosotros unidos a él nos ofrecemos al Padre y unidos a él le ofrecemos toda la creación, toda la vida, toda nuestra vida diaria, le ofrecemos todo lo que somos y todo lo que tenemos por medio de esta liturgia oficial de la Iglesia. Hermanos si supiéramos los beneficios que tiene la liturgia, si supiéramos la importancia de participar en una celebración litúrgica como es la Eucaristía y no la única claramente, no es la única; si supiéramos esos beneficios no habría 80% de católicos que no practican, no habría ese 80% de católicos en Costa Rica que no son practicantes, es decir, que nunca van a la iglesia, que nunca van a la misa, que nunca participan de los sacramentos, no habría ese 80%. ¿Por qué? Porque desconocemos casi por completo lo que es la liturgia y la novedad de la liturgia y la eficacia de la liturgia.
Hermanos y hermanas, tengamos un cuidadito, un cuidado porque ya para el comercio, como ustedes lo saben, para el comercio y la sociedad en general no existe el adviento, el adviento se lo brincan, ellos ya están celebrando navidad, el mundo ya está celebrando navidad, para el comercio ya es navidad. Eso es el comercio, son intereses económicos, pero eso no tiene que ver nada con la liturgia cristiana. Para nosotros los cristianos antes de la navidad viene el adviento y por tanto sin adviento no hay navidad. Eso tendríamos que entenderlos todo muy bien, pero ya vemos árboles de navidad por todo lado, empezamos a ver luces por todo lado, empezamos a oír cantos de navidad por todas partes y empezamos a ver ya la locura de la navidad, básicamente comercial, pero se pasa por encima todo lo que es el adviento.
¿Y cómo nos preparamos los cristianos para el adviento, cómo tratamos de vivirlo? Hay muchas maneras en que la Iglesia nos invita a vivir el adviento. En primer lugar el contacto con la Palabra de Dios, en especial con las lecturas de estos días, hay que buscar, hay que buscar esas lecturas, hay que buscar un calendario litúrgico donde me indique las lecturas de ese día, de cada día, no todos podemos participar en la misa todos los días, pero sí podríamos leer las lecturas, cosa que hoy día se hace hasta en el celular, con el celular se tiene acceso a programas donde están todas las lecturas litúrgicas de cada día, es decir que a través del celular podemos también tener las lecturas de cada día, si tenemos el programa indicado. Hay montones de formas en que podemos acceder a esas lecturas y muchos de nosotros tenemos la Biblia, ojalá que todos, de manera que ir a los profetas, repasar las profecías del Antiguo Testamento nos van preparando hacia la navidad.
La Iglesia quiere que nos preparemos con oración. Si no hacemos oración, si no disponemos el corazón para que venga en nosotros el Mesías y para que nazca en nosotros, no va a ver navidad, es imposible, la navidad no servirá de nada.
También la Iglesia quiere que participemos en la liturgia, que vivamos las celebraciones con especial intensidad. Nos invita también a poner en la casa una corona y que con esa corona vayamos viviendo el sentido de cada una de las cuatro semanas del adviento, todo eso ayuda, todo eso recuerda, todo eso prepara.
La Iglesia quiere que nos dispongamos al sacramento de la confesión para que con un buen reconocimiento de nuestros pecados, podamos participar plenamente de la Eucaristía y podamos así recibir plenamente al Hijo de Dios en nuestro corazón.
Acaba de terminar el Año Jubilar de la Misericordia y el Papa en un documento que acaba de hacer para la culminación del Año Jubilar está diciendo muy claramente, que mantengamos, que se cierra la puerta del Año Jubilar pero que se debe mantener abierta la puerta del corazón. ¿Por qué? Porque la Iglesia nos invita sobre todo a las buenas obras, como lo decía ya hoy la oración colecta: nos invita a la práctica de las buenas obras y qué mejor obras buenas que las calamidades que tenemos aquí en Costa Rica en este momento con el huracán, todos los damnificados y todas las necesidades que se están viviendo allá en Upala y en esas regiones a causa de las consecuencias del huracán. Qué mejor oportunidad para practicar las obras de misericordia, para ser una ayuda en bienes, alimentos no perecederos o en otro tipo de bienes que sean útiles para nuestros hermanos. Ya se nos decían las obras de la misericordia durante el Año Jubilar, pues la Iglesia invita también a eso.
La segunda lectura de hoy nos lo dice de una manera muy bonita, dice San Pablo a los romanos, ya está pasando la noche, la noche de la humanidad, ya está llegando la luz, despertémonos y salgamos de las tinieblas para vivir ahora en el Reino de la Luz. Dice San Pablo, por tanto dejemos las obras de las tinieblas, nada de comilonas y borracheras, nada de excesos y de riñas y de pleitos y divisiones; estamos invitados a iniciar un nuevo camino.
Que el Año Litúrgico, el Nuevo Año Litúrgico sea para nosotros todos el iniciar un nuevo camino y el evangelio nos lo dice una vez más, diciéndonos estén preparados, no saben ni el día, ni la hora cuando vendrá el Hijo del Hombre, pues la mejor preparación es el adviento, para que prepararnos a su venida de navidad y prepararnos así a su venida definitiva y gloriosa. Que así sea.