Iglesia, misterio de comunión

El Diác. Jesús Rafael Zúñiga, por la tarde de este martes, segundo día de la Semana de Reflexión Teológica de nuestro presbiterio, presentó el tema “Iglesia, Misterio de Comunión”, en donde recalcó la necesidad de la comunión para dar el paso a la evangelización. Recordó que el documento de Aparecida recuerda que es “preciso estar con Él”, es decir hacer vivencia de la unidad y comunión.

El Plan de Evangelización Diocesano, en el numeral 35, habla de “promover la comunión fraterna sintiéndonos todos partícipes, tratando de superar cualquier tentación de superioridad, aislamiento e individualismo”. Esto nos invita a mirar la raíz de la palabra, en donde en su origen griego hace referencia a lo que hay en común; siendo algo muy estimado en el mismo inicio de la Iglesia antigua, sentido original que es retomado en el Concilio Vaticano II.

El Sínodo de los Obispo de 1985 hizo énfasis en la eclesiología de la comunión que ha de hacernos entender a la Iglesia como comunión y se lleve esta idea a la vida, por eso podemos decir que “nuestra vocación bautismal sólo tiene sentido dentro de la Iglesia y la Iglesia es conjunto de vocaciones y carismas en el amor de Dios…, haciendo de la Iglesia la casa y escuela de la comunión”.

La Iglesia como comunión “no es imposición de uniformidad sino el aprovechamiento de la diversidad de carismas para la construcción del Reino”, indicó. Esta comunión ha de ser vivencia del amor trinitario, porque “el amor desbordado de Dios es derramado sobre el mundo, pues a través de la Iglesia tenemos que ir atrayendo a todos a la unión con Dios y con los demás seres humanos en la comunión de los santos, haciendo a la Iglesia sacramento”; precisó que de los primeros cristianos se les recuerda por cómo se aman y no por otras razones, en donde el amor no es ausencia de problemas sino el tratar de vivir como Iglesia.

“La Iglesia es sacramento de Cristo iluminando la realidad de cada ser humano, es ante todo un misterio que hace presente la realidad de la vivencia de los miembros de Cristo, en donde el sacramento eucarístico lleva a la perfección la comunión eclesial”, acotó en su exposición. En el número 39 del Plan habla precisamente cómo acoger a los hermanos e incluso a quienes no están en comunión eclesial.

La comunión podemos entenderla también como donación recíproca, consciente y libre, así lo definió San Juan Pablo II, idea que también retoma el Papa Francisco cuando nos llama a no ser islas que nos olvidamos de los demás, “sino que debemos de cuidar unos de otros como hermanos”; ahí recordó a San Humberto Hurtado quien concluía, mis hermanos son los que comparten mi humanidad, es decir, todos.

Todo esto debe llevarnos a la misión, “porque la Iglesia está llamada a acoger a todos, y es enviada a todo el mundo para reconciliar al hombre con Dios, en Él, hacer hermanos a todos los hombres; de esta manera comunión y misión están estrechamente unidas, como lo dice Christifidelis Laici en su numeral 32”. Esta realidad quedó expresada en los numerales 32 y 38 de nuestro Plan Diocesano de Evangelización.

De frente a la espiritualidad de la comunión vivida en la experiencia del presbiterio, algunos de los sacerdotes señalaron que en el paso de los años se ha vivido muchas prácticas de comunión como amistad, solidaridad y servicio; en medio de todo, se sabe que la unidad la da Jesucristo por la acción del Espíritu Santo incluso en medio de las sombras. Se concluye que “la comunión se hace un estilo de vida, es una manera de pensar, pero para eso debemos de vivir la caridad, y el amor es un estilo de vida y no simplemente sentimientos”, precisó el diácono. Siendo necesario recordar que la vida de Iglesia nos hace pensar en la corresponsabilidad eclesial y el sentido de pertenencia; pues todos los bautizados deben tomar conciencia de su propia responsabilidad.

 

 

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