Mensaje de los obispos centroamericanos reunidos en el SEDAC

Este miércoles 29 de noviembre, el Cardenal Gregorio Rosa Chávez ha procedido a leer el documento que suscribe junto a Mons. José Luis Escobar Alas arzobispo de San Salvador, y que corresponde al mensaje que los obispos reunidos en Asamblea del SEDAC desean expresar a los fieles, documento que han titulado: “Demos gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”. Procedo a transcribir el documento que en su original consta de siete puntos.

Convocados a celebrar nuestra asamblea anual del Secretariado Episcopal de América Central (SEDAC), nos hemos reunido en el Seminario San José de la Montaña, en San Salvador, cincuenta y nueve obispos provenientes de los seis países centroamericanos. Gozosos por la alegría de nuestra comunión, hemos compartido los dolores, gozos y esperanzas de nuestros pueblos. En este espacio de comunión y participación hemos cultivado –como dice el Papa Francisco- la “cultura del encuentro”, discerniendo comunitariamente los caminos de Dios para nuestras iglesias y nos hemos reconfortado mutuamente. Hemos agradecido también al Señor por nuestra misión de pastores en la Iglesia y hemos celebrado con gratitud la memoria del centenario del natalicio de nuestro hermano obispo, el Beato mártir Óscar Arnulfo Romero.

 También, en mirada prospectiva, hemos reflexionado sobre el acontecimiento ya cercano de la Jornada Mundial de la Juventud, regalo que nos hace el Papa Francisco para el encuentro de nuestros jóvenes con jóvenes de diversas partes del mundo y con él. De dicha Jornada esperamos muchos frutos para nuestras pastorales juveniles, en su crecimiento. Expresamos nuestra cálida felicitación a las Comisiones Nacionales de Pastoral Juvenil de nuestros países por el entusiasmo, la entrega y la competencia con la que están preparando la cita de Panamá. Al mismo tiempo exhortamos a los Gobiernos de los países centroamericanos a que faciliten el paso de los jóvenes peregrinos por su territorio. 

Nos ha convocado en modo particular la necesidad de hacer memoria de las maravillas de Dios en el caminar de nuestras Iglesias particulares. Por un designio amoroso de la Providencia fue en esta tierra centroamericana, caracterizada por “la pobreza, la pequeñez y el martirio” (Mensaje del CAM II – COMLA VII), donde nació el primer organismo de comunión episcopal de nuestra América, en 1942, quince años antes que el CELAM. Damos gracias por los padres fundadores, particularmente por Monseñor Luis Chávez y González, el joven arzobispo de San Salvador, quien logró reunir en esta ciudad a los diecinueve obispos de Centro América; y su gran colaborador en esta empresa, Monseñor Víctor Sanabria, arzobispo de San José, Costa Rica. También queremos rendir homenaje a figuras señeras de cada uno de nuestros países, que mantuvieron vivo este organismo en momentos difíciles: Monseñor Luis Manresa Formosa, de Guatemala; Monseñor Emilio Morales Roque, de Honduras; Monseñor Arturo Rivera Damas, de El Salvador; Monseñor Carlos Borge, de Nicaragua; Monseñor Román Arrieta Villalobos, de Costa Rica; y Monseñor Marcos Gregorio McGrath, de Panamá. Recordamos con respeto y veneración su memoria y nos encomendamos a su intercesión. Esta historia tan ejemplar e inspiradora ha quedado consignada en el libro DOCUMENTOS 1942 – 2017. Secretariado Episcopal de América Central, SEDAC que hemos recibido con gran júbilo en esta Asamblea. 

Durante nuestra asamblea, de carácter eminentemente celebrativa, hemos examinado con atención algunos temas que nos interpelan como pastores de cada una de las Iglesias particulares de nuestro istmo: la realidad de los jóvenes en Centro América y criterios para una efectiva pastoral juvenil inspirada en el ejemplo y el magisterio del Papa Francisco; también hemos tratado el angustioso drama de los migrantes que afecta sobre todo a los países del Triángulo Norte (Guatemala, Honduras y El Salvador). Nos hemos sentido profundamente dolidos por tantos sufrimientos de nuestros hermanos migrantes y nos hemos comprometido a aunar esfuerzos para realizar acciones solidarias eficaces y buscar caminos de solución frente a este drama humano tan grave. El marco doctrinal que guió nuestros trabajos fue la ponencia sobre “La comunión episcopal”, que estuvo a cargo del cardenal Marc Ouellet, Prefecto de la Congregación para los Obispos y Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina.

 Uno de los temas más inspiradores fue el relativo a la juventud, tema del próximo Sínodo de los Obispos que se reunirá en octubre del próximo año. Lo asumimos como un acontecimiento providencial que nos servirá de preparación próxima para la Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará en la ciudad de Panamá en enero de 2019. Nos alegra comprometernos como obispos de América Central para apoyar a la Iglesia de Panamá en este importante evento. Al mismo tiempo invitamos a todos los jóvenes de la Iglesia de Centro América a colaborar y participar en la Jornada a, distintos niveles, en esta próxima Jornada Mundial de la Juventud, acogiendo en el corazón a la Virgen María, madre y modelo del discípulo cristiano, “quien no se queda encerrada en casa, porque no es una joven de sofá, que busca sentirse cómoda y segura sin que nadie la moleste, sino que se mueve por la fe que fue el corazón de su propia historia”. (Vídeo Mensaje del Papa Francisco sobre la JMJ 2019, 21/3/2017).

 Los jóvenes son las ventanas por las que entra el futuro en el mundo, ha dicho el Papa Francisco. Pero en nuestros países sus sueños se ven truncados sobre todo por la violencia brutal que arrebata tantas vidas, por la pobreza, por la falta de oportunidades y por un ambiente que envenena su cuerpo, su mente y su corazón. Constamos además con preocupación que “entre jóvenes crece el desencanto por la política y particularmente por la democracia” (Documento de Aparecida, 77), lo que muchas veces lo empuja a dejarse fascinar por las ideologías populistas o las respuestas violentas. Somos conscientes de que, como pastores, debemos estar más cerca de ellos, acompañándoles para que puedan realizarse plenamente como discípulos y misioneros de Cristo, pero al mismo tiempo, también como ciudadanos conscientes y responsables de sus derechos y deberes, comprometidos en la construcción de sociedades más humanas, justas y pacíficas.

 Hemos vivido días de gracia en esta tierra bendita que nos dio a nuestro hermano obispo Monseñor Óscar Arnulfo Romero, hombre de Dios que siempre luchó por “presentarse limpio en la presencia del Señor” y que recibió del Señor el don inestimable de ofrecer su vida en el altar. Su testimonio nos ha conmovido, su palabra nos ha iluminado y confiamos a su intercesión nuestro ministerio episcopal y la vida de nuestros pueblos. Haber orado ante su tumba y haber visitado el pueblo que le vio nacer no ha marcado profundamente.

 También hemos acogido la visita de representantes del Consejo Judío Latinoamericano como un hermoso signo de acercamiento y diálogo, nos sumamos como el CELAM a la declaración de América Latina como zona de convivencia interreligiosa.

 Deseamos vivir como obispos, arraigados en el amor de Cristo (cf. Jn 15,9), con el gozo de haber sido elegidos por él para dar un fruto que permanezca (cf. 15, 6) viviendo a imagen suya, el Buen Pastor, que conoce a sus ovejas y entrega la vida por ellas (cf. Jn d10, 11.15). Encomendamos a la intercesión de María, Madre de Jesús y Madre de la Iglesia, la vida y misión de nuestras diócesis, parroquias y comunidades que viven y anuncian su fe en esta bendita tierra centroamericana.

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