Con alegría y confianza en Dios, el pueblo de la Diócesis de San Isidro vivió la Ordenación de tres nuevos diáconos para el servicio de la Iglesia.
El pasado sábado 30 de junio, el pueblo católico se reunió hasta colmar la capacidad de la Catedral de San Isidro, con ocasión de la Ordenación Diaconal de los jóvenes Froilán Anibal Hernández, Jhonny Miguel Mora y Elí de los Ángeles Quirós…
Los pueblos de las parroquias de Golfito, Potrero Grande y Sabalito veían cómo Dios luego de un caminar largo y de muchas pruebas, colmaba de bendiciones a estos jóvenes que depositado su vida en Aquél que nos ama, respondían sí al servicio, en medio del pueblo y por amor a Dios.
Una manaña calurosa y de muchos sentimientos vividos en la mayor de la recepción de las gracias… así vivieron estos tres nuevos diáconos su ordenación…, el obispo recordó en su Homilía que el ministerio diaconal implicaba una donación total de sus vidas, sin olvidar que el minsiterio es un don pero tambén una responsabilidad que en libertad se asume y que se vive por el reino de los cielos.
El agradecimiento hecho por el nuevo diácono Elí Quirós recordó el largo proceso en el que Dios ha manifestado innumerables instrumentos para la cooperación y el compartir en medio de la historia humana, agradeció a las familias, fieles laicos y sacerdotes que en un número bastante significativo se hicieron presente aquella mañana de junio… no olvidó elevar la oración a Dios y a la Virgen quienes le han acompañado en el proceso vocacional…, pero también hizo mención de aquellas personas difuntas que estuvieron cercanas a sus vidas y a sus historias vocacionales…
El agradecimiento tuvo un matíz de encuentro sincero con Dios y de implorar la ayuda tanto divina como humana para poder vivir el ministerio como Dios así lo quiere… por eso decía, recordando las palabras del mártir mexicano Pbro. Miguel Agustín Pro: ¿Cómo llego yo al ministerio? ¿Con qué títulos, bajo que méritos? Sólo la misericordia y el amor de Dios lo explican…
Con esta certeza y bajo la vivencia del amor de Dios, el pueblo católico vivió una vez más aquella alegría de saber que Dios no abandona a su pueblo… y los jóvenes bajo el misterio infinito de la vocación y del amor a Dios, respondían como Pedro: Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero…