Obispo de San Isidro llama a conversión sincera por el país

Este 30 de julio, la Diócesis de San Isidro representada en su obispo Mons. Fray Gabriel Enrique Montero Umaña, un buen número de sacerdotes de su presbiterio, y más de setecientos fieles provenientes de las más diversas regiones de la jurisdicción, se congregaron en las Ruinas de Cartago para peregrinar hasta los pies de la Negrita de los Ángeles.

En esta oportunidad, el caminar fue acompañado por el rezo y meditación del santo rosario, ocasión que se aprovechó para elevar una fraterna plegaria por la paz en el hermano país de Nicaragua.

Durante la Eucaristía, en una sentida y profética homilía, Mons. Montero dijo: «los fieles de la Diócesis de San Isidro nos alegramos profundamente una vez más de poder acercarnos a esta santa basílica para honrar a la Virgen de Los Ángeles»; e indicó que se visita este lugar para agradecerle al Señor el que nos haya dado la permanente protección e intercesión de su Madre, razón por la cual le pedimos que «siga protegiendo y liberando a la diócesis, al país y al mundo de toda injusticia y de toda violencia».

Con el Salmo 26, el obispo diocesano acotó que Dios «quiere dispensar esta protección y amparo a su pueblo desde su tienda, desde su morada… y esa casa del Señor es el Hijo, es María, es la Iglesia, sacramento universal de salvación para todos los pueblos».

Así entonces, María se convierte en lugar de encuentro con Dios, «María no sólo escucha la Palabra y la cumple, sino que vela de continuo para que todos los que pertenecen a su Hijo se mantenga fiel a él», recordó el prelado.

«Los títulos marianos no son meras palabras sino grandes verdades de nuestra devoción mariana», recordó monseñor. El título de María ‘Amparo de la Fe’, nos hace ver a aquella que custodió la fe de los Apóstoles a partir del momento de la muerte, ella trabajó para que los discípulos de Jesús se mantuvieron firmes, ella vela por la fe de la Iglesia naciente animando la  oración del cumplimiento de la promesa, e intercede por los discípulos de Jesús en todos los tiempos; entonces, si María es todo esto, «los católicos no exageramos», afirmó con toda confianza el fraile y obispo.

Una palabra especial, también tuvo en su homilía  para los romeros, «en estos días veo moverse por nuestras calles provenientes de todas las direcciones del territorio nacional y hasta más allá, cientos y miles de romeros que buscan con dolor y sacrificio, pero con alegría y esperanza llegar a los pies de la Negrita, para agradecerle su presencia amorosa o para pedirle un favor; hemos hoy de admirar la fe y el amor de quienes lleguen estos días para estar junto a su Madre, queremos consolar el dolor del corazón de la Madre de todos, por la indiferencia y hasta el desprecio que muchos en Costa Rica y en el mundo, sienten hacia aquella que no quiere sino su bien», indicó.

Finalmente, con gran valentía, con un espíritu profético, con voz firme y clara, convencido de su deber de pastor, Mons. Montero exhortó con vehemencia a mirar el país y señaló con fineza los problemas más álgidos que requieren de decisiones valientes y actitudes heroicas por parte de la sociedad, y en ella de los líderes en cuyas manos estamos a nivel económico, social, cultural e integral.

«Hacemos igualmente un llamado a los católicos, o bien a los que se consideran tales, y por tanto supuestamente devotos de la Madre de los Ángeles, pero que con su vida demuestran no conocerla, ni amarla. Las injusticias sociales que continúan acentuándose en nuestro país, la frecuente deshonestidad de parte de no pocos administradores de la hacienda pública, los escandalosos salarios y pensiones de lujo que reciben no pocos costarricenses al lado de salarios miserables que no llegan ni al mínimo legal, las millonarias evasiones de impuestos de parte de las más poderosas industrias y empresas en el país, el enriquecimiento ilícito de parte de quienes comercian con la droga, es decir con la sangre y el alma de sus hermanos, el tráfico de personas y el comercio del cuerpo humano dentro y fuera del país, la creciente violencia doméstica y los frecuentes feminicidios, en fin, todo tipo de abusos contra la verdad, la justicia, la paz y el amor, no son ciertamente la mejor manera de honrar a la Negrita, quien en estos días llora y llora, porque lo que estamos pisoteando es el Evangelio de su Hijo, es lamentable los extravíos de nosotros, que decimos ser grandes devotos, pero estamos contribuyendo a deshacer la grandeza de esta patria. Que ella nos ayude a vivir el evangelio de su Hijo», señaló.

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