El pasado sábado 28 de julio, la Orden Agustiniana fijó los ojos en Ciudad Neily, cuando al ser las 10:00 am el joven fraile Pablo Pérez Prado oriundo de Tolé Chiriquí Panamá, fue ordenado diácono de y para la Iglesia.
Nacido el 2 de marzo de 1985, este joven es uno de los once hijos de la familia conformada por Hernán Pérez y Lucrecia Prado. El mismo Fray Pablo, contó a Radio Sinaí 103.9 FM, que su vocación nació «cuando los padres agustinos llegaron a su comunidad, su labor y su visión impactó, el acercarse nos ayudó mucho y eso me llamó la atención, la cercanía a las personas y el trabajo pastoral… fue calando en mi vida y gracias a la fe que me transmitieron mis padres, me ayudó a alimentar mi vocación», recordó.
Fray Pablo ingresó a la Orden en el 2007, realizó sus estudios filosóficos en Panamá y su noviciado en Venezuela, posteriormente lo trasladaron a España donde realizó los estudios teológicos; y habiendo ejercido su acción pastoral en Tolé y en la capital panameña, hizo sus votos perpetuos el 16 de julio del 2016, consagrando su vida por entero a Dios.
Así, en una sobria ceremonia que nos hacía poner la mirada en lo trascendente y sublime del misterio del amor de Dios por nosotros, Mons. Montero obispo de San Isidro, señaló en su homilía: «estamos delante de un gran misterio, la ceremonia es bastabte sencilla pero el misterio que se esconde detrás es incomprensible para nuestra mente humana, nuestra mente es demasiado pequeña para entender los misterios de Dios».
Así mismo, el obispo recordó al fraile agustino su misión en la Iglesia y por ende la importancia de hacer de su ministerio una posibilidad de encuentro con Dios y los hermanos, «el diaconado se orienta a la edificación del cuerpo de Cristo, todos recibimos de un mismo Espíritu diferentes dones para edificar la Iglesia, tu ministerio tiene que estar dirigido a la edificación de las comunidades cristianas…, porque no hay más que un solo amor que viene de Dios», indicó.
Al mismo tiempo, el obispo fue claro en señalar al candidato al orden sagrado, el peligro que debe evitar al recibir el ministerio, porque ser ordenado «no es entrar en especie de casta privilegiada, el clericalismo es uno de los más grandes daños de la Iglesia de América Latina ha dicho el Papa Francisco; el diaconado, el sacerdocio y el episcopado son formas diversas de un mismo servicio sacrificado, amoroso y dedicado, a ejemplo del que hizo Jesús», recalcó.
Y agregó, «practica fiel el gran mandamiento del amor, es un antitestimonio, negación y vergüenza cuando en vez de ser lazos de unión somos motivo de división…, el ministro tiene que ser ejemplo claro de quien ha asimilado la esencia del Evangelio y por eso se compremete durante toda su vida a dar testimonio», enfatizó el prelado durante su predicación.
Finalmente, durante su homilía, Mons. Montero con vehementes palabras exhortó a Fray Pablo y a todos los presentes recordando la dimensión vocacional, «llamado desde el vientre materno, te consagró sin mérito tuyo o mío. ¿Qué hemos hecho para que nos llamara? Nada, solo tortas, pero el Señor quiso llamarnos a su servicio y al servicio de su pueblo. Por eso, seamos muy consciente que ese llamado y de que este ministerio lo llevamos entre manos, como en vasijas de barro que en cualquier momento se pueden quebrar, y por eso tenemos que tener cuidado, y por eso con esto no se juega, porque es demasiado precioso el tesoro que el Señor nos ha depositado», concluyó.
Al finalizar la Eucaristía de ordenación, el nuevo diácono de la Iglesia dirigió unas sentidas palabras a los presentes, en su agradecimiento señaló: «doy gracias a Jesucristo por haberme llamado, todo se lo debo a Él, sin Él no tengo nada que hacer acá».
Seguidamente, al pensar en su familia, y mirando a la banca donde se encontraban sus padres y otros familiares, dijo: «gracias a mi primer familia, ellos fueron los que me dieron a Dios, en ellos me descubrí hijo y hermano para el gran proyecto de la familia de Dios, recuerdo al inicio lo mucho que lloramos porque no entendíamos a lo que Dios me llamaba, lo veímos como una pérdida, pero hoy como San Pablo lo estimo ganancia», y con gran sentimiento se refirió a su hermano de sangre que desde el cielo le acompaña.
En el extenso agradecimiento, se refirió también a la orden agustiniana a quienes invitó a corregirlo cuando fuera necesario para poder crecer en el servicio, agradeció al obispo que le ordenó, a los lugares donde ha servido y a la comunidad de Ciudad Neily que le ha acogido en este tiempo.
En sus palabras, especial mención tuvieron los jóvenes a quienes agradeció diciendo que con ellos «ha aprendido a comprender al Dios simple y sencillo que sostiene a sus hijos en cada oración». Y agregó: «estos jóvenes, cada día me hacen enamorarme más por el seguimiento de Cristo».
Finalmente, Fray Pablo pensando en su ministerio, comentó: «Dios me quiere que sea buena noticia para con los que están solos y sufren, para con los que han perdido la esperanza, para con los que quieren hacer en esta vida algo bueno, para con todos», concluyó.