La mañana de este 19 de agosto era especial para la Diócesis de San Isidro, por un lado, la historia hacía recordar los 63 años que han pasado desde aquel 1954, cuando el papa Pío XII creó la diócesis por medio de la Bula Neminen Fugit, y por otro lado, dos nuevos servidores eran ordenados, uno como diácono y el otro de presbítero.
Con una catedral colmada de fieles, que con gran recogimiento esperaban ansiosos aquella fiesta de la Iglesia, daba inicio la Eucaristía en la que también participaron gran número de clérigos y dos obispos; y mientras avanzaba aquella procesión de entrada, el recinto sagrado parecía ceder ante el coro unísono de los creyentes que cantaban: pueblo de reyes, asamblea santa, pueblo sacerdotal, pueblo de Dios, bendice a tu Señor…
Los signos nos irían hablando paso a paso, y uno de ellos, fue aquel momento cuando los padres dando la bendición a sus hijos, los entregaban para siempre al servicio de la Iglesia por medio de su consagración total a Dios; gesto que se concretaría de forma admirable cuando el mismo vicario general de la diócesis, solicitó al obispo en nombre de la Iglesia, conceder a tales candidatos las órdenes sagradas.
Proclamada la Palabra de Dios, Mons. Fray Gabriel Enrique Montero Umaña dirigió la homilía, en donde enmarcó la celebración como un “motivo de alegría”, indicando que “atrás de seguro, han quedado no pocas oportunidades a las que ustedes generosamente han renunciado: carreras y profesiones, muchachas que los hubieran querido por novios o esposos, gustos personales y goces de la vida”.
Luego, Mons. Montero comentó los retos particulares que comporta la vida del consagrado, entre los que destacó: “los cambios que ha venido sufriendo la Iglesia en las últimas décadas…, hay cambios que exigen una renovación profunda de nuestra mensualidad y de muchas actitudes pastorales…, entre ellas la manera de ver y ejercer el ministerio ordenado, la forma de entender y aceptar el papel de los laicos en la Iglesia”. Otra palabra tuvo para “los cambios rápidos y profundos de nuestro mundo actual… los avances de la tecnología…, la violencia callejera y doméstica, la proliferación de las drogas, las corrientes ideológicas, políticas legislativas que arremeten contra la Iglesia, contra el matrimonio, contra la enseñanza de la religión…”, entre otros.
Ante este escenario, Mons. Montero recordó a los ordenandos con el profeta Isaías la misión del futuro Mesías: “ungido por el espíritu del Señor, enviado a llevar una noticia alentadora a los pobres, a vendar los corazones afligidos, a llevar la libertad a los prisioneros, a anunciar un año de gracia, pero también de severo juicio de parte del Señor”; precisó que es ésta también nuestra misión, porque “no estamos llamados a predicar sólo mensajes suaves (light) que endulcen el corazón, sino a predicar también la seriedad del mensaje cristiano… que nos traerá no pocas críticas y hasta persecución”, precisó.
Esta misión, ha de ser desarrollada con amor y responsabilidad porque es Dios quien nos envía, por eso con el Evangelio, el obispo afirmó que “toda nuestra labor apostólica consiste en anunciar su nombre a los que Él nos ha confiado”, recordando que “los miembros del Pueblo de Dios son de Él y no nuestros… los fieles no son nuestros, son un regalo de Dios”, enfatizó.
Por último, el prelado, pidió a los dos nuevos ministros “reavivar el don de la ordenación que hoy día han recibido”, animándolos a la fidelidad y perseverancia hasta el final incluso en medio de los retos. “Tengamos absoluta confianza en que nuestra vocación vale la pena vivirla a plenitud, que los retos y dificultades sólo deben servirnos para estimular nuestra propia oración…, tenemos a alguien que en el silencio orante sigue a paso a paso nuestro caminar, María Santísima la mujer del silencio y de la humildad, la mujer del cenáculo y de la cruz, la mujer del compromiso inquebrantable y de la alegría desbordante, ella intercede por nosotros y no permitirá que resbalen nuestros pies”.
Seguidamente, en el clima de esta Iglesia que pide y desde donde brotan las vocaciones, vio concretarse la respuesta del nuevo diácono Johnny Alexánder Leiva Gamboa y del neopresbítero Jesús Piedra Barboza, quienes por mandato del obispo seguirán de momento sirviendo en las parroquias donde lo venían haciendo, San Rafael de Platanares y San Juan Pablo II de Palmar Norte, respectivamente.
Antes de la bendición final, el Padre Jesús Piedra bendijo al obispo que minutos antes le ordenó como ministro del Señor, en un signo que marcó a los presentes, cuando de rodillas Mons. Montero besó las manos del nuevo sacerdote; asimismo, tanto el Padre Jesús como el Diác. Johnny, procedieron a bendecir a sus progenitores.
Finalmente, hacemos nuestras las palabras del neopresbítero, quien agradeció a Dios por el “don recibido en favor de la Iglesia”; razón por la cual, solicitamos las oraciones no sólo por estos dos nuevos ministros, sino por todos los servidores de la mies. Así mismo, invitamos a la primer Eucaristía que presidirá en nombre de Jesús Sumo y Eterno Sacerdote, el Padre Jesús Piedra este 20 de agosto a las 4:30 pm en Quebradillas, Cartago.