Buenos días a todos y todas.
En primer lugar, quisiera saludarles afectuosamente a todos aquellos y aquellas que han venido en esta mañana atendiendo un llamado que ha hecho la Iglesia Católica para que caminemos, peregrinemos, hemos querido darle ese sentido de peregrinación desde aquí hasta la Catedral; por tanto, ojalá que ya desde ahora le demos ese sentido. Un saludo a todos los que han venido de partes más lejanas, a todos aquellos que vienen representando diferentes organizaciones, los sacerdotes que nos acompañan, todos aquellos que por días enteros han estado luchando por sus ideales y por todas sus esperanzas con respecto a algunos cambios en el Plan Fiscal.
Nosotros como miembros de esta Diócesis, yo mismo, mi persona y el clero, queremos desde ahora hacer clara la naturaleza y el fin de esta peregrinación, como lo dice la misma palabra peregrinación, se trata de una actividad religiosa organizada por la Iglesia Católica, en este caso para orar, no hay que olvidar que tenemos la compañía aquí también de otras iglesias. De manera que queremos hacerlo para pedir al Señor que nos muestre el camino, que nos permita solucionar de forma inteligente y pacífica la crisis fiscal que vive nuestro país, queremos sentirnos unidos por el compromiso común de alzar la voz en nombre de todos los que no tienen voz y en nombre de aquellos mismos que teniéndola no han sido escuchados.
Sobre ellos, los más necesitados, los más pobres y más débiles de nuestra sociedad, recaerá sin duda el peso más fuerte del nuevo Plan Fiscal, ellos no han tenido la oportunidad de manifestarse, ellos no estaban propiamente organizados, muchos de ellos apenas viven con un mínimo de dinero cada día y no podían unirse oficialmente a una huelga, menos por dos o más semanas, esto incluye también a personas muy respetables y muy preparadas que también han levantado su voz para hacer ver algunas deficiencias del Plan Fiscal y sus voces tampoco han sido debidamente escuchadas hasta ahora.
Queremos pues que esta peregrinación sea un medio para que nuestras voces lleguen hasta el cielo pidiendo a Dios que ilumine a todos: gobernantes, legisladores, profesionales, pueblo de Costa Rica en general, para encontrar la manera de que en nuestro país se logre una verdadera justicia social para el beneficio de todos.
Queremos dejar claro, de parte mía y de los sacerdotes que estamos aquí, que nuestra presencia no obedece a un apoyo decidido a ninguno de los que han estado, no tenemos intención de unirnos a ningún sindicato o formar un sindicato de sacerdotes, no; tampoco queremos venir aquí a defender el plan o defender al gobierno, tampoco. No venimos a eso.
Nuestro respeto y admiración al mismo tiempo, por aquellos que desde el poder ejecutivo o legislativo o judicial han estado tratando de dar solución a la crisis fiscal que afecta desde mucho tiempo a nuestro país. Nuestra admiración también por ustedes que han estado por días y semanas enteras mostrando su desacuerdo y oposición a ciertos aspectos del plan fiscal, sin embargo no es nuestro interés, hoy como Diócesis y como Iglesia, tomar partido y defender los puntos de vista de los unos a los otros, hay un solo punto de vista que nos interesa defender, que en toda forma se encuentren los caminos del diálogo y que el nuevo plan fiscal no redunde en detrimento de las clases más pobres y menos favorecidas de nuestro país, y ya lo han hecho ver muchas personas, ustedes mismos lo han estado recalcando y es hora de que entonces todos nos unamos para dejar claro y bien sentado este principio.
Con esas aclaraciones en mente, vivamos esta peregrinación de fe como una fiesta fraterna de quienes quieren poner en manos de Dios este asunto que nos afecta y que están dispuestos a luchar por la justicia y por la paz, con ellos queremos hacer causa y por eso estamos aquí para decir presente. Juntos marchemos.