Este jueves 24 de enero el Papa Francisco en su visita a Panamá ha sostenido un encuentro con Juan Carlos Varela Presidente de la República Panameña, visita que se realizó en el marco bilateral de relaciones diplomáticas entre los Estados.
El susesor de Pedro, inició su intervención recordando a Simón Bolívar cuando dijo: «si el mundo hubiese de elegir su capital, el istmo de Panamá sería señalado para este augusto destino». Es por eso, que esta capital tiene la enorme misión de propiciar «la unificación de la Patria Grande», convocatoria que sigue teniendo actualidad hoy cuando los pueblos desean forjar este sueño.
Francisco, afirmó también que Panamá «por su privilegiada ubicación, se vuelve un enclave estratégico no solo para la región sino para el mundo entero. Puente entre océanos y tierra natural de encuentros, Panamá, el país más angosto de todo el continente americano, es símbolo de la sustentabilidad que nace de la capacidad de crear vínculos y alianzas. Esta capacidad configura el corazón del pueblo panameño».
Durante su discurso, el Vicario de Cristo llamó al pueblo panameño, y en primer lugar a los gobernantes, a construir esa nación capaz de «cumplir su vocación a ser tierra de convocatorias y encuentros»; sueño que será posible sólo en la medida de que «los habitantes de este suelo tengan la oportunidad de sentirse actores de su destino, del de sus familias y de la nación toda».
Haciendose voz de la juventud, Francisco recordó a los gobernantes que las nuevas generaciones «reclaman de los adultos, pero especialmente de todos aquellos que tienen una función de liderazgo en la vida pública, llevar una vida conforme a la dignidad y autoridad que revisten y que les ha sido confiada».
Lo anterior, «es una invitación a vivir con austeridad y transparencia, en la responsabilidad concreta por los demás y por el mundo; llevar una vida que demuestre que el servicio público es sinónimo de honestidad y justicia, y antónimo de cualquier forma de corrupción», acotó con toda claridad el Papa, en un contexto panameño que ha sufrido graves secuelas por este mal.
«Otro mundo es posible, lo sabemos y los jóvenes nos invitan a involucrarnos en su construcción para que los sueños no queden en algo efímero o etéreo, para que impulsen un pacto social en el que todos puedan tener la oportunidad de soñar un mañana: el derecho al futuro es también un derecho humano», concluyó Su Santidad.