Mons. Álvaro Coto Orozco
Intentar resumir su labor es casi imposible, sólo diremos que durante tantos años se entregó con esmero por atender pastoralmente a cada fiel que le necesitaba y sirvió heroicamente a la diócesis.
Intentar resumir su labor es casi imposible, sólo diremos que durante tantos años se entregó con esmero por atender pastoralmente a cada fiel que le necesitaba y sirvió heroicamente a la diócesis.
Construye una nueva casa cural (que es la actual), inicia los preparativos para la construcción de un nuevo templo y funda los grupos apostólicos.
Obtuvo las distinciones militares más altas de valor extraordinario en combate… tenía muy buen corazón para con los pobres y los animales. Era muy buena persona
Se interesó por el aspecto religioso pero también por lo humano de los indígenas, hasta el punto de dirigirse al presidente de la República solicitando medidas eficaces para la solución de problemas de los pobladores.
Ha recorrido nuestras misiones y ha sembrado en ellas la semilla de su buen ejemplo, de su abnegación y de su caridad, ha ganado muchas almas para el cielo, es sin duda, misionero según el corazón de Dios.
Sirvió con amor en las extensas parroquias del sur de nuestro país.
Durmieron a campo raso, con hambre, solo con la única ilusión de llegar a las comunidades indígenas para alimentarlas con el pan del Evangelio.
Mientras servía en Talamanca, cruzó la cordillera para visitar nuestros territorios, concretamente: Térraba, Boruca y Buenos Aires.
De temperamento vivaracho, independiente, inquieto… el aire informal y libre del ambiente indígena siempre le encantó.
Con corazón de niño y valor fiero e inquebrantable, prendas que no siempre se hallan juntas, lo enaltecían sobre manera.
La poca consideración que se tenía a sí mismo cuando de hacer el bien a sus semejantes se trataba, fue la causa de que contrajese la grave enfermedad que lo llevó al sepulcro en poco tiempo.
Primer sacerdote ordenado para la recién formada Congregación Franciscana de Cristo Obrero.